LAS DUDAS Y LAS SOMBRAS (Agustin Rueda)

sábado, 17 de marzo de 2012


Viernes, nueve de la noche la cena estaba preparada para servir, 
Solo recalentarla esperaba la aparición de Jorge, a ver si podía ser, pretendía que fuese una cena tranquila, lo cual me daba la impresión no iba a ser posible dado que ya tardaba más de lo debido.


Jorge, desde hacía un tiempo había cambiado, no era el mismo de unos meses atrás, discutíamos con frecuencia, por cualquier cosa, en su presencia siempre tenía los nervios a punto de explotar, como una bomba de mano que solo hay que tirar de la espoleta. ¡Pero!  ¿Y si mis sospechas eran injustificadas? Tendría que ir con pies de plomo y, atenta a cualquier pista que me llevara a lo que hacía tiempo me estaba trastornando el sueño.


Al día siguiente sábado, estábamos invitados a una barbacoa en casa de mis padres. Celebraba el cumple años de papá, y allí estaríamos todos; mi hermano Jacobo con su mujer Elvira, mi hermana Matilde con Ernesto y los dos niños, lo pasaríamos bien, hacía tiempo que no nos reuníamos toda la familia, era una buena ocasión para pasar un día en familia y que lo pudiéramos recordar con alegría. 


Por fin llegó Jorge, le pregunte, -¿donde has estado?. – Con un amigo, me dijo, me ha invitado a una copa, quería celebrar que ha ascendido en el escalafón profesional y quería celebrarlo. Yo no tenía porque no creerlo. ¿Seguramente sería verdad? Cenamos en silencio, y después de recoger me fui a la cama.
Jorge, me dijo que se quedaría un rato viendo la televisión, me dio un beso de buenas noches deseándome que descansara.- ¡Acuérdate que mañana tenemos una fiesta en casa de mis padres, acuéstate pronto!- Le dije - vaya lata, me dijo sentándose en el sofá; para un fin de semana que podemos descansar. 
Al día siguiente sábado, nos levantamos temprano, recogimos la casa y nos dispusimos a coger el coche. 
Teníamos dos largas horas de viaje hasta llegar a casa de papá. En el trayecto hablamos poco, no supimos encontrar un tema de conversación agradable que nos hiciera el viaje más ameno. 
A las doce treinta ya habíamos llegado. Los dos niños de mi hermana, hacía rato que correteaban por el jardín. Al vernos llegar, dejaron sus correrías aparcadas para venir a darnos un abrazo y buscar su regalo, ya que siempre que nos veíamos les obsequiábamos con algún juguete.
Después de los besuqueos, nos integremos al grupo, como era principio de primavera el Sol estaba limpio y brillante como un estirado girasol.
La comida fue amena se hablo de tiempos recientes y pasados el tiempo pasó entre jolgorio y bromas. Aunque a Jorge lo veía distante pero lo achacaba a su agrio carácter sin darle más importancia.
Después de comer Jorge muy solícito se levantó y dijo. – Yo prepararé el café si no les importa. – claro hijo contesto mamá, intentando agradarle, ya sabes está donde siempre. 
Con paso rápido Jorge sé dirigió hacia el interior.
Mis sobrinos jugaban con un columpio que el abuelo había construido aquella misma mañana en un olivo que había en el centro del jardín, Andrés el mayor se acerco a mí y me dijo. -¿Tata porque no entras en casa, y me traes la pelota que el abuelo tiene guardada encima del armario? – ¡Claro cariño!, Le dije incorporándome de la silla y encaminando mis pasos hacía a la casa.
De paso, pensé. ¿Voy a ver cómo va el café? Me quedé horrorizada; ¡Al abrir la puerta de la cocina lo que vi me hirieron los ojos! En un rincón estaban los dos, se me heló la sangre en las venas, mi corazón golpeaba con furia mi pecho. Salí corriendo como alma que lleva el diablo, me encerré en el dormitorio de mis padres y allí permanecí durante un buen rato.
Aquello no tenía sentido, me parecía un espejismo, ¡pero no!, lo había visto con mis propios ojos, nunca podría olvidarlo, esa imagen la tendría grabado por el resto de mis días.
Lloré lo indecible unos golpes en la puerta aun me enfurecieron más, por supuesto no abrí la puerta.
Pasado un tiempo me dirigí al baño me lave la cara me maquille, y salí al jardín. Todos estaban alrededor de la mesa, mi madre me preguntó, ¿Hija donde te metes, hace rato que te echamos de menos? -¿No es nada mamá, me he sentido un poco indispuesta y he ido al baño. Lo siento pero os vamos a dejar quiero llegar a casa y ducharme haber si se me pasa? ¿Jorge nos vamos? – Como tú quieras me contestó sin mirarme. Nos despedimos nos subimos al coche emprendiendo el viaje de regreso.
A medio camino Jorge intentó decirme. –Veras yo, - no me dirijas le palabra le respondí en tono brusco. Se calló no me volvió a dirigir la palabra en todo el trayecto.
Al llegar a casa le dije dame las llaves y tu ve a encerrar el coche al garaje. No me contestó me dio las llaves yo subí a casa rápidamente le hice una maleta con cuatro cosas imprescindibles le escribí una nota y se la deje en la puerta junto con una nota, eche la llave y cuantos cerrojos encontré.
Llamó dos veces con dos toques suaves, me aposte detrás de la puerta y le grite vete con ella no quiero volverte a ver en toda mi vida.- Veras me dijo no ha pasado nada tu hermana entro en la cocina y se me echo encima sin darme tiempo a reaccionar. 
-¡Ah si! Le conteste. ¿Y que me dices del sujetador que le regale para su cumpleaños, y que apareció revuelto con mi ropa interior, en aquellos momentos me creí la explicación que me dio, la de que me lo habría traído yo mezclado con mis cosas el fin de semana que pasemos juntas? ¡Imbécil de mí! Vete con ella y que os aproveche a los dos.
No lo he vuelto a ver. Nunca mas he hablado con mi hermana sé que se separó al poco tiempo. Hoy han pasado diez años, soy feliz, tengo amigos, y de las muchas cosas que ofrece la vida, escojo la que más me interesa.

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