UNA FIESTA MUY ORIGINAL EN LA MONTAÑA (Higinio San Millán))

martes, 30 de octubre de 2012

               

La vía Láctea mostraba su cola blanquecina y las estrellas brillaban como pequeños diamantes en un negrísimo firmamento sin luna;  una brisa leve y un silencio se hacía dueño de una noche inolvidable, después de una fiesta y orgia por todo lo alto.

Laslo  y  Jonás corrían muy  nerviosos con el botín, que dos horas antes habían  conquistado en la algarabía y en el tumulto de aquella inolvidable fiesta.   En la montaña  en  un lugar apartado, lugar de  cita de  toda la pandilla y  lejano de la población de todo corría.   Laslo,  con un sofoco y empapado en sudor y casi sin aliento, se dirige a  Jonás:- El día está a punto de despuntar, falta muy poco para  el alba. Tenemos que volver y  separarnos y permanecer varios días por ahí. Pronto se darán cuenta. 

   Jonás :Que más da, si ya está hecho, ya no hay vuelta atrás. Sigue  Jonás, por su parte más entero y metido en esos vericuetos,:- Tu tranquilo, continuemos juntos; pues como se encontraban en la fiesta  hasta mañana no  se darán cuenta. Todos estaban pasados de vuelta y con tal borrachera y éxtasis que por nada la espantan hasta que lleguemos a la ciudad y que luego nos pillen, cuando nos vuelvan a ver ya se les habrá pasado el cabreo.

Laslo replica: Pero es que es  nuestra pandilla, y al no vernos ya sospecharán de nosotros ¿no te parece?  ¿Qué clase de amigos somos? cuando tienen que ir al pueblo desnudos, tanto nuestros amigos como las chicas, no tenemos perdón de Dios.

Jonás, con un poco de más de cara y rostro, le dice:- Es que si son nuestros amigos, pero mientras se divertían  no se acordaban de nosotros dos, nosotros montamos la fiesta, aportamos las chicas, hasta ahí todo bien y cuando nos damos cuenta nos quedamos  los dos mirando las estrellas, ¿Esos son amigos? Dándoles un escarmiento para otra vez recapacitarán, y como bien dicen,  o jugamos todos o rompemos la baraja.  Ya los viste se ponen  a divertirse con las chicas y a beber sin límite, que parecían esponjas, y  nosotros los marginados, cuando nos tocó organizar y preparar esta fiesta campestre.  Sí, para eso somos buenos,  pero para lo demás, pobres desgraciados.

Se van acordar de esta, cuando se despierten sin ropa, sin nada, los dos kilómetros hasta el pueblo, como Dios los trajo al mundo, tanto chichas como los que tenemos como amigos;  es una faena, pero igual recapacitan y la próxima se acuerdan de algo más de  nosotros.

 Tal vez es el tributo caro, para una fiesta despiadada con una orgia total, cuando la única contemplación en la  fiesta loca en la montaña fue ver comenzar a observar la Vía Láctea en su máximo esplendor. Es el tributo que tuvimos  que pagar y nosotros, ¿por qué no  hacerles a ellos pagar con la nuestra putada?.

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