EL PAÍS DE LAS MUÑECAS (Agustín Rueda)

sábado, 9 de marzo de 2013


Era principio del siglo xx, en un lugar muy lejano había un país pequeñito donde todos sus habitantes eran muñecas. Las gentes de otros lugares intentaban dar con ellas, encontrarlas pero les resultaba imposible, eran astutas conseguían burlarlos una y otra vez.
Dicho país, estaba rodeado por una gigantesca muralla, los soldados vigilaban día y noche para burlar y no ser descubiertos por los humanos.
Vivían en suntuosos castillos fabricados de porcelana china, estaban rodeados de suntuosos jardines plenos de rosales de todos los colores imaginables, estaban debidamente alineados. Los pétalos de las rosas eran de chocolate, los tallos de de regaliz y las espinas de caramelo.
Era un pueblo feliz. La reina Aliseda era una dama bella, de rubios cabellos y cara sonrosada, era buena y bondadosa, siempre tenía palabras amables para todo su pueblo a los que trataba con sabiduría y sabia justicia.

***

Un día su majestad salió de palacio a dar un paseo, se encontró Alfonso, un guapo y atractivo pastor que cuidaba su rebaño, se pusieron a hablar y habla que te hablarás se enamoraron locamente; se lo llevó a palacio y se casaron
Alfonso, dejó de ser pastor para complacer a su Reina. El rey consorte era corpulento, bonachón. Siendo plebeyo había sabido ganarse el cariño y respeto de su pueblo.
Fruto del real enlace le nacieron dos mellizas princesitas; Mari Nieves, y Merceditas, las dicharacheras niñas habían venido a alegrar la vida de palacio.
Pero para su desgracia, Mari Nieves era rechoncha, fea y caprichosa. Como colofón le había nacido una verruga negra como una pasa en la mejilla izquierda.
En contraste, Merceditas era bella, elegante, como un precioso cisne recién cambiado su bello plumaje. 
Las princesas ya tenían dieciocho años que era la mayoría de edad, Mari Nieves, deseaba un novio para casarse, pero claro dado su físico no atraía a ningún joven de palacio que estuviera dispuesto a compartir su amor y hacerla feliz.
Así las cosas, Mari Nieves lloraba y lloraba desconsolada por los rincones de palacio envidiando la suerte de su hermana Merceditas que si era deseada por todos los jóvenes de la comarca.
Un día, artos de los lloriqueos de la princesa se reunieron los monarcas; después de intentar calmar a la princesa Mari Nieves decidieron que aquello no podía continuar, tenían que buscar una solución.
Después de varias horas de acalorada discusión decidieron llamar a Serafín que así se llamaba al juguetero real, le ordenaron que diseñara y fabricara un príncipe acorde con los gustos de la princesa. 
***

Serafín; el juguetero real, era un personajillo menudo, alegre y dicharachero, viendo a la princesa ojerosa, y triste no puso ningún inconveniente, se encerró en su taller y después de mucho meditar se puso manos a la obra.
Tres largos meses, tardo Serafín en crear su un príncipe, no era fácil pero al final lo consiguió.
Un día, solicito audiencia con los monarcas y les presento su obra maestra.
Los reyes; quedaron asombrados al ver la maravilla; un alto y apuesto príncipe tenían ante sus ojos, el cabello era negro, ojos marrones y tez morena. El traje, se lo había confeccionado una muñeca modista que era amiga del juguetero.
La reina, salió corriendo a buscar a la princesa Mari Nieves que como siempre estaba llorando en un rincón perdido de palacio; la hizo venir, al ver al príncipe tan apuesto quedó maravillada; se colgó al cuello de Serafín y se lo comió a besos.
¡Pero se quedó detenidamente mirando a Luis! Que así se llamaba al buen mozo que tenía que ser su novio; empezó a llorar desconsolada.
Los reyes se miraron extrañados: no sabían que le ocurría a su niña.- ¿Pero que tienes Mari nieves?- ¿Qué te pasa es que no te gusta tu novio? -Si mamá, pasa que Luis es un buen mozo alto y guapo y a mi ¡mírame! Soy gorda, y fea, y esta horrenda verruga, no le gustaré.
El juguetero, que quería mucho a sus princesas; rápidamente se puso a pensar Y propuso una solución. -Altezas, -dijo dirigiéndose a los reyes -¿si me dais permiso, yo solucionaría este problema que entristece a la princesa? – ¿Qué pensáis hacer? -Pregunto la reina un tato intranquila.
-Como para mí la cirugía no tiene secretos practicare unos retoques aquí y allá a la princesa Mari Nieves, la dejaré guapa y esbelta, se le alegrará su cara, y nunca más la veremos triste y llorosa.
Sea como decís contestaron los monarcas atropellándosele las palabras al ser pronunciadas.
Serafín, cumplió su promesa; la princesa Mari Nieves, se convirtió en una bella dama. Se casó con su amado Luis; y cuenta la historia que fueron inmensamente felices, les dieron muchos nietos a los reyes y nunca más se escuchó ningún sollozo en palacio!
A. RUEDA

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